viernes, 28 de febrero de 2014

Sin principio ni final: crónica de un comienzo

SIN PRINCIPIO NI FINAL: CRÓNICA DE UN COMIENZO

Por NATALIA MEJIA SALDAÑA, IGNACIO PELLIZZÓN, ANA CLARA SPINELLI Y SOL ZACCHINO.

Por lo general las historias tienen un principio, un desarrollo y un final. Esta historia es distinta a las demás. No se sabe muy bien cuándo comenzó y se está muy seguro de que nunca terminará. Tal vez, relataremos sensaciones, perfumes, aromas, aires de una época en la que la revolución industrial estaba en pleno auge, o quizás simplemente sea una fantasía. Pero hay algo que es inobjetable: existió y va a existir.

Entre el ruido de los barcos que se amarran al puerto, los metales y fierros que chocan entre sí, las locomotoras que truenan con sus bocinas y el freno desgastado de algún vagón, reúne a alrededor de 70 obreros del barrio Refinería en la zona Norte de Rosario, según nos relata el Ingeniero Juan Carlos “Chalo” Lagrange, quien es un nostálgico del pasado y, tal vez, un frustrado del presente, pero que denota su pasión por la historia, esta historia, la del Central Argentine Railways Club y su lugar de fundación.
No solamente el calor de las brasas que los trenes demandan para funcionar generan que los obreros suden, sino también la proximidad de un verano que, con él, vendrá el comienzo de un nuevo año: 1890.
Tal como relata en su libro “El Gigante de Arroyito: La verdadera historia”, Fabián Bazán, fue allá por 1863 cuando el Ferrocarril Central Argentino inició su actividad, con la mano de obra de ingleses, escoceses, italianos, y demás extranjeros que buscando nuevas oportunidades en la tierra prometida, los encuentra bajo la plenitud del desarrollo industrial junto con el insufrible trabajo en los talleres metalúrgicos.
La Primera Guerra Mundial y la Década Infame en Argentina aún se hacían esperar, pero no la navidad y el nuevo año, que se aproximaban tan rápido como viajaban los trenes de aquella época.
El fútbol es un invento inglés que se exportó a todo el mundo y causa sensaciones hasta el día de hoy. “Antes no había travesaños, banderines y tantas reglas como ahora, sino que se jugaba con más libertades, por diversión y amor propio”, señala Lagrange.
El trabajo en el ferrocarril era muy duro y desgastante, pero no lo suficiente para que los explotados de aquel tiempo se hicieran tiempo para jugar al “football” y juntarse a beber en los diversos bares que funcionaban, como “bar de los Talleres, donde solían reunirse los muchachos del Central Argentino”, agrega Lagrange.
Poco exactitud existe sobre las fechas y procesos cronológicos de los acontecimientos, pero sí coinciden Bazán y Lagrange en que solían disputarse diversos cotejos entre los trabajadores de los distintos barrios, (los mismos en zona Norte solían dividirse por las vías férreas), como Refinería, de los Industriales, Arroyito, Alberdi.
Si bien el trabajo era duro, las pasiones futboleras superaban dicha treta diaria y redundante. Los partidos, compuestos por dos equipos repletos de jugadores inmigrantes, abundaban de aroma a popular y obrero.
Por ejemplo, afirma Bazán en su libro, que el primer equipo del Central Argentine Railways Club que disputó su primer cotejo como club en 1890 contra la tripulación del buque de guerra inglés “Beagle”, que había atracado en el muelle de Comas, formaba con: F.Barton; Postell y Gamp; J. Muskett, J. Barton y King; Mc Lean, T. Muskett, Miguel Green, Mac Intock y Hooper.
No existían edificios, ni calles pavimentadas, sino polvo, tierra y espacios verdes que los terrenos ferroviarios dejaban como campo de juego para futuros partidos que serían llevados a cabo todos los días por los trabajadores de aquel entonces, en una época marcada por la ausencia de camiones cuyos trenes tenían que llegar hasta donde después continuaba la vía. Tal es así que, entre 1885 y 1890, se produjo un incremento importante en la construcción de vías férreas en la provincia de Santa Fe, teniendo a Rosario como epicentro.
Hacia fines de la década del ‘80, la ciudad ya contaba con cinco estaciones ferroviarias: la del Ferrocarril Central Argentino, el Ferrocarril Oeste Santafesino, el Ferrocarril Buenos Aires - Rosario, la Estación Súnchales (actualmente conocido como barrio Pichincha) y, por último, el Ferrocarril Rosario -Córdoba.
A raíz de esto, comienza a crearse en Rosario un clima diferente vinculado, si se quiere, a una conciencia popular que está íntimamente relacionada con el sentido de pertenencia a ese lugar. “El barrio Refinería tiene su explosión en el año 1887, aunque ya había gente, se construye el Morrinson Vildin, entre los complejos habitacionales que están ubicados detrás de lo que era el Templo Anglicano”, expresa Lagrange.
Asimismo, dos décadas atrás –precisamente en 1867- se produce un hito en la ciudad: se crea el club más antiguo de la República Argentina, denominado Rosario Cricket Club (Club Atlético de Rosario). Sin embargo, los jóvenes de ese entonces no jugaban al criket sino al fútbol, cuyas reglas no estaban totalmente establecidas y, según recuerda Lagrange,  “los arcos, por ejemplo, eran dos palos verticales de madera y el travesaño, no era un travesaño, sino una cinta”.
Como toda historia, ésta se va acercando a su final. Llegó un determinado momento en donde surge la necesidad de darle una identidad a ese grupo de obreros que se reunía siempre para disfrutar del deporte que más añoraban. El bar de Los Talleres, (así lo denominaban mayormente) reunía constantemente a glorias del fútbol rosarino que jugaban en los barrios de la ciudad. Además de funcionar como bar, luego pasó a ser el Club Talleres y se oficializó como la Sede de la Liga de Zona Norte de Fútbol, muy famosa por cierto en los años 40, 50, 60 y 70 según relata Lagrange.
Y  fue allí, en ese mismo lugar donde aquellos soñadores que buscaban identificarse oficialmente, se reúnen en la víspera de Navidad, un 24 de diciembre de 1889. Todo no podía salir a la perfección, no contaban con una pluma para redactar el escrito, por lo tanto se dirigieron hacia el Templo Anglicano (hoy Sede funcional de Rosario Central) donde sabían cómo redactar, expresarse y nombran a 25 de ellos, quienes serían los que conducirían ese emprendimiento y dejarlo por escrito en el acta fundacional.
Carlos Chalo recuerda, que el Templo Anglicano eran tierras fiscales, las cuales pertenecían a los ferrocarriles, eran tierras cedidas por el gobierno argentino a la compañía inglesa que hacía los mismos. Con la llegada del Peronismo, se toma la decisión de comprar esas tierras, que de lo contrario hubiera sido un gravísimo problema.
Volviendo al suceso más importante y que interesa en esta historia, una vez fundado el club en 1889, comienzan a jugar en aquellos terrenos ferroviarios, y aquel Templo Anglicano, deja de funcionar en el Siglo XX y con el tiempo llegó a ser el Área Administrativa de Personal del ferrocarril llegando a los años 1930 y 1940.
Si bien lo más importante para los canallas comienza en ese lugar fundacional,  no hay que olvidarse que era lo que los representaba como club. Y si, la camiseta también tiene su historia. Primero, fue a paño de color roja y blanca, luego pasó a ser azul y blanca, y por último en los años 1903 y 1905 aparece la tan esperada azul y amarilla a rayas. ¿Y por qué lleva de nombre Rosario Central?, como afirma el entrevistado Chalo, en aquellos tiempos cuando jugaban entre sí el grupo de obreros, se denominaban por los diferentes ferrocarriles, en este caso, ellos provenían del “Central”.
Además, no hay que olvidar que todo club lleva su apodo, su nombre para hacerse conocer ante la población, hoy conocido mayormente como Los Canallas o Los Guerreros, lleva una explicación como parte de su historia. En verdad, en aquella década se los denominaba como “Los Guerreros de Dios”, ya que su oficialización surgió dentro de un templo, pero además, su primer mote que tuvo Central fue “Tallarines” porque provenían de los Talleres.
Y llegando al final de la historia del lugar fundacional de este antiguo e importante club, en la década del 90, queda abandonado por completo ya que se van vendiendo todas las propiedades hasta darle comienzo a la función de una mutual que en la actualidad existe y que destruyó lo que era la escuela Taller. Sin embargo, ese Templo Anglicano, una vez comprado por Perón y luego pasar a mano del Estado, fue cedido en el año 2003 a La Asociación Amigos Rosario Central y se funda el Museo Centro Cultural y Plaza del Fútbol Club Atlético Rosario Central, único en el mundo y en donde se preserva todo el patrimonio histórico.
Quizás para la mayoría el 24 de diciembre es esperado para la víspera de Noche Buena y Navidad, para los Canallas, ese día, se tiene un motivo por el cual festejar: La fundación de un Club que se sabe muy bien cuándo comenzó y se está muy seguro de que nunca terminará…









1 comentario:

  1. Mucas gracias Ignacio, Ana Clara, Sol y Natalia. Espero que su trabajo haya tenido el éxito que merece. Quedo a disposición. Con todo afecto, siempre. Chalo Lagrange.-

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